El suceso protagonizado por el Duque de Ahumada, fundador de la Guardia Civil, y Ramón María Narváez, político y militar conocido como el «Espadón de Loja», ocurrió en una velada en el Teatro Real de Madrid, y es un episodio que ha quedado grabado en la historia como un símbolo del honor y la integridad del Duque de Ahumada.
Durante una función en el Teatro Real, Narváez, que por aquel entonces era presidente del Consejo de Ministros y una figura con un carácter fuerte y dominante, insultó o reprendió públicamente a un subordinado del Duque de Ahumada. El comentario despectivo fue hecho sin reparar en la presencia del propio Duque, lo que suponía una humillación tanto para el subordinado como para el cuerpo de la Guardia Civil, recientemente fundado.
El Duque de Ahumada, firme defensor de los valores de disciplina, honor y respeto que él mismo había inculcado en la Guardia Civil, no pudo pasar el incidente por alto. Con serenidad y determinación, se acercó a Narváez y le dijo algo que ha quedado para la posteridad:
“Excelencia, los hombres de la Guardia Civil pueden ser fusilados, pero no insultados.”
Estas palabras, dichas con firmeza y dignidad, hicieron que Narváez, un hombre conocido por su temperamento y su autoridad, recapacitara y reconociera su error. El gesto del Duque de Ahumada fue una demostración de su carácter recto y de su compromiso con los principios de la Guardia Civil, defendiendo a sus hombres y al honor de la institución que él mismo había creado.
Este episodio no solo reforzó la figura del Duque como líder respetado, sino que también consolidó los valores de honor y disciplina como pilares fundamentales de la Guardia Civil, valores que perduran hasta nuestros días.